El buen entrenador

¿POR QUÉ ES TAN NECESARIO UN ENTRENADOR EN UN EQUIPO?

El buen entrenador

09 marzo 2020

Es una pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez, ¡seguro! - todos hemos comentado en alguna ocasión, si ese equipo con lo bueno que es, lo entreno yo y gana igual. Pues vamos a proponer un punto de vista diferente.

Es muy curiosa, la forma tan natural con la que los equipos se han hecho con la hegemonía funcional del trabajo. ¿Os acordáis del ‘manitas’? Sí, ese trabajador habilidoso capaz de arreglar un grifo, poner a punto el coche o levantar un tabique, pues bien, en la actualidad este perfil se está encontrando con menos cota de mercado y esto se debe a que hoy en día los problemas o soluciones que tienen que abordar son más complejos, y no solo por la dificultad que puedan entrañar, sino por la conjunción de distintas disciplinas que se aúnan en cada uno de estos. Es bajo estas circunstancias como nacen los equipos de trabajo. Como un grupo de personas, con un objetivo único y común, pero con funciones, responsabilidades y demás atribuciones asignadas según su rol.

Mi actividad profesional está íntimamente relacionada con la gestión de equipos, y lo está porque parece que esta gestión está definida como un anexo a la dirección de proyectos, que es precisamente mi profesión. Un proyecto responde a un conjunto de actividades (multidisciplinares por lo general) y con el objetivo de obtener un producto o servicio único en un periodo de tiempo discreto. Es precisamente por ese conjunto de actividades multidisciplinares, las cuales son realizadas por un conjunto de personas lo que hace no necesario, imprescindible la gestión de equipos.

El fútbol lo explica todo

Un gestor de equipos tiene que obtener tres objetivos como fundamentos inquebrantables que son, liderar y comunicar eficazmente en un ambiente favorable. Aunque hemos planteado la gestión de equipos desde el punto de vista de la dirección de proyectos, lo podríamos extrapolar a cualquier ámbito de la vida profesional e incluso personal, ya que siempre es necesario realizar una eficaz gestión de personas para obtener un fin de forma exitosa y si no, veamos otro escenario. Llevado a un lenguaje comúnmente conocido por todos, la analogía más clarificadora es el fútbol. Pensemos, en un entrenador de un club o en un seleccionador nacional, ¿En qué basa su éxito? Para nada en su habilidad con las artes del manejo de una pelota con el pie, lo hace en la correcta asignación de puestos de sus jugadores o jugadoras, en la protección de estos de las influencias externas de un mundo tan mediático como es el de este deporte, abortando conatos de conflicto, y gestionando los que se materialicen en problemas, comunicando a todos los integrantes sus funciones, lo que se espera de cada uno, lo que el equipo en conjunto necesita, el objetivo a conseguir y la repercusión e importancia del éxito, así como lo crucial de buscar el éxito a través de la excelencia en su esfuerzo, y por si fuera poco, todo esto en un ambiente que sea ocioso, divertido, discernido, serio, responsable, etc.

En la carrera profesional de todo aquel que tiene que gestionar equipos y que como es obvio quiere que su trabajo se vea reconocido, se da cuenta que ese prestigio o reconocimiento pasa por el buen hacer de tu equipo, y que para ello es necesario hacer de ‘entrenador’, y hacerlo bien. El éxito de un gestor, es el éxito de su equipo, y bajo esta afirmación me voy a permitir y atrever a poner encima de la mesa un consejo para todos aquellos que quieran hacer el ejercicio de reflexionar sobre la eficacia de los equipos de trabajo: al igual que nosotros buscamos reconocimiento, nuestros equipos también, así que demos el protagonismo y visibilidad que merecen, no seamos tan ingenuos de pensar que nos van a restar méritos, ya que por muy bien que resulte un muro de ladrillos, nadie va a pensar que es gracias al albañil, al pintor, o al capataz, es evidente que es gracias a la aportación de todos y cada uno de los miembros del equipo. El reconocimiento y la gratificación del trabajo bien hecho, es uno de los potenciadores de motivación más eficaces que hay, y eso repercute de forma directamente proporcional a la productividad, rentabilidad y calidad del trabajo de los equipos.

El gestor de equipos tiene que ser el más egoísta

Las tres variables que un gestor de equipo maneja en su actividad y tal como hemos comentado son la comunicación, liderazgo y mantener un ambiente favorecedor. Pues bien, seamos egoístas y pensemos solo en nuestro interés, éxito y prestigio, y empecemos por generar el ambiente favorable que hemos señalado. ¡Vaya, no es lo que esperabas leer! Toda gestión de equipos empieza aquí, se tiene que hacer todo lo posible para que tu equipo tenga todo lo necesario, se encuentre cómodo, motivado, y satisfecho con lo que hace y como lo hace, y es muy sencillo de conseguir, basta con comunicarse con tu equipo. Empieza por escuchar lo que tu equipo quiere aportar, como le gustaría trabajar, que espera obtener, etc. Después, y para completar el proceso de la comunicación devuélveles tu opinión, tus expectativas, tus limitaciones y tu potestad, y así hasta que todos conozcan el contexto de trabajo en el que se va a desarrollar la actividad. Y por último que sepan quién es el líder. Y esto significa que deben ser conscientes de quien es el que va ser su parapeto, su firewall y su paraguas. El que va a permitir que su equipo trabaje con toda la tranquilidad del mundo, y el que va a pedirles trabajo, seriedad, corrección, ética profesional y personal, y así todo lo necesario para obtener un ambiente favorable y conseguir el éxito buscado.

Honor y reconocimiento en caso de éxito

Para quien no lo sepa, Ernest Shackleton fue un explorador polar anglo-irlandés que acometió la exploración de la Antártida. En su currículo tiene el honor de contar con uno de los episodios más épicos en la gestión de equipos. Este hecho resulta especialmente curioso porque aunque la expedición como tal fue un fracaso, se cuenta como una gran gesta, y la verdad es que lo fue. La gestión del equipo fue memorable, tanto que gracias a ello toda la tripulación salvó la vida en una epopeya que cuesta creer. Shackleton sin duda alguna fue el héroe de cara a sus contemporáneos y rotativos de la época, pero de nada hubiera servido su gestión, si por ejemplo, Frank Worsley no hubiera tenido los conocimientos de navegación que tenía, o si sus hombres no hubiesen tenido el pundonor, resistencia y sacrificio que demostraron, si su equipo no hubiese respondido como lo hizo, hoy en lugar de recordar su meritoria aventura, tendría un destacado lugar en la efemérides el estrepitoso fracaso y el devastador final de la locura de Ernest Shackleton. La historia necesita poner nombres a las hazañas y por lo general este honor se le otorga al director, gestor, jefe o como queramos llamar, pero en realidad  son logradas por los equipos que hay detrás de esos nombres. Shackleton, se encargó de inmortalizar estas proezas y darles la repercusión que se merecían, dando por tanto la visibilidad a los que consiguieron que la expedición pasara a la historia, lo que hace que realmente se merezca el reconocidísimo mérito que obtuvo tanto el equipo como el gestor del mismo.

Conclusión

El ejemplo de Shackleton es uno de mucho que podemos encontrar, aunque para convencerte de algo, no hay nada como vivirlo. Yo realicé unas jornadas de convivencia  ‘outdoor’, pues bien, el dinamizador fue capaz de llevar al límite a los equipos, incluso en ocasiones a superar esas pseudolimitaciones autoimpuestas para conseguir los objetivos. El gran merito que le atribuyo a esta persona no es que todos intentaran cumplir o superar los objetivos, sino que en pocas horas supo inocular entusiasmo, entrega, y en definitiva una motivación de tal calibre que los obstáculos que encuentras en el desarrollo de tus funciones los conviertes en meros puntos de control hasta el objetivo final. Su metodología es simple, el manejo eficaz de una comunicación y motivación arrolladora, generación de un ambiente de superación y con un liderazgo ejemplar bajo el lema de ‘excelencia’. Como os digo, yo tengo el privilegio de poder decir que he aprendido un poquito de esta experiencia y sobre todo de cómo se puede motivar y exigir a un grupo sin que esto suponga una resistencia o aversión contra el gestor del mismo.

En la gestión de equipos, como en cualquier otra actividad, se puede manejar con distintas actitudes, yo he intentado reflejar a través de estas líneas lo que pienso que es más correcto y egoístamente, más productivo, y que en definitiva es lo que intento realizar día a día. Este posicionamiento no es sencillo, ya que culturalmente todavía quedan perfiles residuales de un pensamiento de gestión de equipos tipo ‘capataz’, es decir, más afines a la teoría X de McGregor, en la que se defiende que el hombre tiene la tendencia natural de dejarse arrastrar por la parte más ociosa de nuestro comportamiento, dicho de otra forma, que no le gusta trabajar y por lo tanto requiere de seguimiento exhaustivo y de una dirección férrea. Pienso que esto no solo es obsoleto, sino que es erróneo. El ser humano necesita estar realizado, sentirse útil, adquirir responsabilidades y demostrar que efectivamente es un valioso activo. Hasta la fecha no me he encontrado un mal equipo en mi vida profesional, lo cual indica que o soy un excelente gestor de equipos, o lo que quizá sea más probable, que las personas son buenos profesionales y se obtiene lo mejor de estas si se sabe manejar las tres variables de la gestión de equipos, por lo se puede decir que partiendo de una buena materia prima (buenos profesionales) y aplicando un poco de buena gestión de equipos, el resto, es coser y cantar.